
Estuvimos una semana completa analizando las distintas opciones que se presentaban para realizar en estos días festivos, pero no parecía llegar el viaje apropiado. No fue sino hasta las 11 PM del día jueves cuando se decidió al fin realizar esta ruta, que parte del Estado Carabobo y finaliza en Guárico, muy cerca de San Juan de los Morros. Al día siguiente, muy temprano, ya nos encontrábamos en la vía, en búsqueda de un destino totalmente desconocido y sin saber a ciencia cierta que retos íbamos a afrontar este fin de semana largo.
La caravana se fue armando poco a poco, en diversos puntos de encuentro entre la ARC y el poblado de Magdaleno, en el Estado Carabobo, donde se incorporó el último vehiculo. Nuevamente una caravana multimarca conformada por vehículos Mitsubishi, Toyota y por supuesto dos Jeeps CJ7. En total 6 vehículos dispuestos a la aventura.

Un detalle importante del paseo de este fin de semana es que ninguno de los integrantes de la caravana conocíamos la ruta, la cual decidimos realizar solo con las coordenadas del GPS de Miguel Macgrup y el espíritu aventurero del resto de los pilotos, que se manifestó de sobra a lo largo del paseo.





Como siempre, cayó la noche y tuvimos que terminar la ruta hasta el punto del campamento en plena oscuridad.


No fue sino producto del hambre que decidimos salirnos del rió para hacer la respectiva parrillada. Terminando de comer comenzó el aguacero y cada quien corrió a su carpa para guarecerse de la lluvia.
Fue entonces cuando lo escuchamos. Un estruendo indescriptible llegó al campamento desde el río, y era él quien desataba esa cacofonía de agua, piedras y troncos, castigando el lecho con su furia. El río había crecido y vimos como de ser un simple riachuelo que acariciaba la gran piedra donde nos bañábamos, ahora se desbordaba en si mismo, a la vez que rugía para hacérnoslo saber a nosotros los simples mortales. Pudimos observar como iba creciendo mas y mas, hasta abarcar mas allá de su cauce. Gracias a nuestro acompañante omnipresente todos salimos del río antes de la crecida. No deje de mencionar todas las veces en mi vida que me había bañado en ríos bajo la lluvia sin haber visto semejante comportamiento de una masa de agua. El estruendo del río duro toda la noche y toda la madrugada. Mientras, todos dormíamos cómodos y seguros en nuestro campamento al lado de nuestros vehículos.
Esa madrugada el cielo se despejó, y juraría que nunca se habían descubierto tantas estrellas juntas, y con ellas, unas cuantas estrellas fugaces iluminaron el cielo brevemente. La tormenta había pasado, pero el río continuaba imponiéndose ante las bestias y los humanos.
Amaneció despejado, un cielo clarito llamando al joropo mañanero:
“así es el joropo mío
hijo de esta tierra plana
tan puro como el amor
de la india María Laya
fresquito cual manantial
dulcito como la caña
tiene el tono de florentino
de las tierras araucanas
el grito de Ángel Custodio
el alma de Luís Lozada
y tiene un sabor a llano
que no lo cambio por nada”


A medida que avanzábamos el paisaje cambiaba, hasta llegar a un terreno erosionado por el agua, la cual dejo grietas profundas en la trilla, que sirvieron para que pusiéramos a prueba las suspensiones de nuestras máquinas.

Una zanja mas prominente que las demás puso a prueba la destreza de los conductores para superarla, el FJ-40 de Dalmiro y la Hilux de Agustín (tin) hicieron malabares al momento de enfrentarse a ella, dando un buen show para locales y visitantes.
Al cabo de unas cuantas horas llegamos a la “Unión de Canuto” donde por fin pudimos bebernos algo frió, hacía rato que el hielo se había despedido de nuestras cavas. Hubiésemos pagado el doble y hasta el triple por esas bebidas exageradamente frías. Pero la honestidad y sencillez típica del habitante rural de Venezuela prevalece, y las bebidas costaron exactamente lo mismo que en cualquier lugar de la ciudad. Aun nos esperaba al menos una hora de camino para llegar a Cantagallo.
Al fin abandonamos la trilla al llegar a nuestro destino, muy cerca de San Juan de Los Morros. El paisaje abrumador como siempre, fincas de maíz de grandes extensiones, caballos, vacas, tractores y demás, eso si, en una carretera en muy mal estado, contrastante con la gran riqueza que deben generar esas tierras.
Como detalle final de nuestra aventura nos reunimos en San Juan con nuestro buen amigo Pablo Boyer, en una cena criolla con todas las de la ley. La sorpresa fue que en la mesa de al lado se encontraba Jorge Guerrero, cuatro en mano, compartiendo tonadas, coplas y cervezas junto a unos amigos, por lo que disfrutamos sin querer y sin ser invitados del talento de uno de los mayores exponentes de la música llanera en el país, que mas íbamos a pedir.
Regresamos al hogar, con muchos proyectos, sueños, invitaciones, retos y ganas de seguir viajando por nuestro amado país, Venezuela!
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