por Jonathan Quantip

8 jul 2013

Cueva del Zumbador via Las Lapas

Hay destinos que nunca vas a visitar demasiado... Precisamente la Cueva del Zumbador es uno de ellos.  No solo por lo divertido de realizar la ruta, famosa por destruir crucetas, puntas de eje, entorchar cardanes y fundir winches, sino porque tanto el recorrido como el destino estan cargados de una belleza especial, que conjuga en un radio de pocos kilometros, la escencia de nuestra Venezuela.

La sensacion inicial que proporciona viajar por una carretera costera no guarda relacion con la espesa selva que aguarda nuestra visita. Esa incoherencia logica se sintio aun mas cuando nos detuvimos en Boca de Aroa en busca de unas deliciosas empanadas de cazon como desayuno. Nuestras botas montañeras contrastaban con los trajes de baño y sombreros playeros de los demas turistas.

Mientras mas se adentra la ruta en la selva y proporcionalmente se va alejando de la costa, se va descubriendo un encanto especial. La carretera rodeada por lomas de un pasto eterno, perfecto. Predomina la clorofila en el paisaje, en sus diversos tonos de verde. Pero el pasto tiene el rol protagonico. Tanto es así que es común encontrar al ganado echado, casi oculto entre el pasto que llega a tener dimensiones enormes en escala graminea. Mientras en Apure, Guárico, Portuguesa, se acostumbra a ver el ganado hurgando el terreno en búsqueda de alimento, en estas fértiles tierras falconianas sobra la comida para las bestias








Así va transcurriendo el camino. Fincas y mas fincas ganaderas gracias a las cuales la primera parte de la via esta en muy buen estado. Pero poco a poco, casi imperceptiblemente, la trilla va ganando en dificultad


La gran humedad que percibíamos a lo largo de la ruta evidenciaba que eran tiempos de lluvia. No paso mucho tiempo para que diéramos con el primer obstáculo de consideracion. Una bomba de barro enorme, con zanjas de tamaño considerable. Indicaba el final de la vía civilizada... la diversión había comenzado!




Pasamos la bomba como si se tratara de la entrada a un centro comercial. Nuestros Jeeps ni se enteraron que estaba ahi. Nos sorprendió ver el YJ con 33 pasar con la misma facilidad que pasaron nuestros Cjs. Nuestras maquinas se encontraban en su hábitat natural






En un cruce de un caño conseguimos a un grupo de unos 5 vehículos detenidos en el río por una falla mecánica. Como les era difícil retirar el vehículo averiado, necesariamente tuvimos que rodear su caravana. Para ello nuestros Jeeps debieron trepar grandes rocas que estaban en el lecho del rio. Pasamos sin problemas, inclusive el YJ con 33, para sorpresa de los desconocidos que obstruían el paso.




Continuamos. Mucha humedad, mucho calor, mucho verde. Las bombas de barro cada vez mas frecuentes, pero nuestros Jeeps seguían adelante. Llegamos a una subida pantanosa que como ingrediente extra había sido obstaculizada por una rama caida. Momento para el trabajo físico, que no nos tomo sino unos minutos. Escuchamos los motores de la caravana vecina. Entendimos que habían solventado los problemas y venían en camino. Apuramos la marcha para no tener que encontrarnos nuevamente, a sabiendas que por ir de primero, las dificultades físicas del terreno como arboles caídos, ramas, etc iban a ser obstáculo para nosotros pero no para ellos por lo que deberían pisarnos los talones.











Conseguimos dos trampas de barro importantes en las que tuvimos que usar los winches. Hasta esa ultima trampa escuchamos los motores de la caravana que venia tras nosotros. 















Estábamos preparados para el barro, las subidas, las grietas y los cruces de rio, pero lo que vino a continuación nos sorprendió a todos

La trilla había cedido ante la maleza. Los parabrisas mostraban una cortina verde infranqueable. Intentamos despejar con los machetes tanta maleza. Pero a los 10 minutos de trabajo nos dimos cuenta de que era una labor colosal. Decidí enfrentar la espesura de la selva usando mi Jeep como desmalezadora. A los primeros 20 metros me vi obligado a cerrar la lona. Una lluvia de arañas, bachacos, hojas, ramas, escarabajos y demás inundo el CJ en cuestión de segundos. Nos sentíamos como atunes intentando escapar de las redes de los pesqueros. Un amasijo de ramas, lianas y hojas abrazaba el Jeep impidiendo el avance. La selva nos envolvía como araña a su presa. Apenas y quedaba espacio para sacar el cuchillo por la ventana y cortar parte de las lianas para así poder continuar el avance. El recorrido se torno muy lento. 
En ocasiones nos veíamos obligados a bajar del Jeep para cortar ramas que eran demasiado grandes o fuertes y podían hacer algún daño a la carrocería o a la lona. La selva impedía que abriéramos las puertas. Tuve inclusive que gatear por debajo del Jeep para buscar escape entre la maleza.






Cuando ya la situación comenzo a tornarse insostenible avistamos un paso de río que sin duda indicaba el final de la trampa verde. No supimos mas de quienes venían detras de nosotros, ni cuanto tardarían en superar la tela de araña clorofilica. Pero al día siguiente tendríamos una idea mas o menos clara



El trayecto se volvió un tanto mas amigable, a excepción de una subida pantanosa bastante extensa que a pesar de todo franqueamos los 4 jeeps sin problemas




Por fin avistamos la finca de los Petit, lo habíamos logrado! Al pasar por la entrada de los Petit coincidimos con un numeroso grupo que había arribado al lugar por la vía facil. Mas tarde en el campamento nos causo mucha risa recordar las caras de asombro de absolutamente todos los que estaban en ese grupo



Por fin llegamos a nuestro destino, la finca de Ricardo. Un amable andino que por las vueltas de la vida termino en ese pedacito de edén que rodea la Cueva del Zumbador. Ricardo, ademas de brindar un sitio seguro para los vehículos, definitivamente se esmera en atender a sus visitantes, con mucha humildad y sencillez, pero con mucho cariño y hospitalidad. Armamos el campamento, cenamos y nos acostamos temprano, porque sabíamos que para disfrutar del lugar se requiere de bastante energía.




Al dia siguiente, luego de desayunar unas perfectas arepas con una cuajada sublime hecha por Ricardo con leche recién ordeñada, bajamos a pie a la Cueva del zumbador. Un sendero angosto, bien demarcado lleva sin perdida a la boca de la cueva.







De inmediato, al ingresar por la boca de la cueva todo cambia. Un río emana de la caverna sigilosamente. Las paredes de roca amplifican los sonidos. Los pasos retumban, así como nuestras voces. Decenas, cientos de murciélagos sobrevuelan las cabezas intentando entender por que hacemos tanto ruido, por que brillamos tanto. Siguen nuestros movimientos, las luces de nuestras linternas. La obscuridad reina, se impone. Todo es roca y agua.
Extrañas formaciones milenarias sorprenden en la obscuridad, creadas por la sedimentación de los minerales presentes en el líquido que escurre entre la piedra. Patrones que facilmente pueden haber sido inspiración para H. R. Giger al crear al octavo pasajero. 







La vida es escasa en las cavernas. La ausencia de luz es determinante. Pequeñas plantas intentan crecer buscando luz para iniciar la fotosintesis. Traídas a la cueva en los estómagos de los murciélagos son depositadas en el fondo, buscan la luz infructuosamente y mueren. Aparte de estas plantas y los murciélagos solo los anglipigidos sobreviven en la absoluta obscuridad, o al menos son los únicos que se hacen notar bajo la luz artificial.












La curiosidad de adentrarse en la cueva hasta mas no poder tiene sus frutos. Un perfecto Jacuzzi de agua impecable, de origen subterráneo sirve de recompensa. Circulo perfecto tallado en la roca con la sabiduría milenaria de la madre tierra, y estaba ahí solo para nosotros.



En este lugar el tiempo apremia. Queríamos visitar otra cueva muy diferente a esta llamada La Cueva de Los Guacharos. Estuvimos tanto tiempo en la del zumbador que decidimos que no era oportuno. Preferimos visitar el Pozo la Esmeralda.




A pesar de que se le puede llegar muy cerca al pozo en 4x4, preferimos ir a pie para disfrutar al 100% del camino. Enormes arboles flanquean la carretera y apenas permiten que penetre la luz del sol, lo cual mantiene una sensación termica muy agradable y adecuada para el trekking. En ese camino fue que volvimos a encontrar al grupo que venia detrás de nosotros el día anterior. Habían pasado la noche en la trilla y arribaron al amanecer. Nunca sabremos cual de los obstáculos fue el producto de su retraso.





Seguimos caminando. Arboles de 20 metros o mas, conocidos como "pata de danta", con enormes bases mas grandes que  nuestros Jeeps. Tan solo las lianas que cuelgan desde sus copas son tan gruesas como el tronco de cualquier otro arbol. Una prueba inequívoca de que la naturaleza en este lugar se desarrolla a sus anchas, y mantiene su superioridad ante el hombre.


Luego de bajar por un camino escabroso aparece entre la selva el Pozo La Esmeralda, paradisiaco como suele ser. De aguas calmas, profundas y cristalinas. Con su tenue caída a la cual solo se le llega a nado.




Culminamos ese grandioso día con una deliciosa carne en vara preparada por nuestro amigo Ricardo, agradeciendo a dios por las experiencias vividas y haciendo planes para la próxima visita


Muy temprano iniciamos el retorno, entre guacharacas, guacamayas y otras aves que le daban la bienvenida a la mañana. El camino de vuelta siempre en profundo silencio, quizas porque tanta energia, tanta belleza y tanta inmensidad nos hace reflexionar a cada uno de nosotros acerca de la forma en la que vivimos. Toda la velocidad y la furia de la capital contrasta con la paz de la naturaleza. Esa calma aletragada que convierte a los arboles en titanes y a los viejos en sabios. Esa calma que la ciudad no deja ser.




El regreso a la velocidad de la civilizacion es cuando menos doloroso y desde el mismo instante en que se inicia lo percibimos. Inclusive a los dos o tres dias de haber regresado al mundo real continuamos padeciendo ese reencuentro. Lo unico que nos hace tolerable la sensacion de volver a ser un animal de ciudad es el saber que pronto encenderemos los motores de nuestros Jeeps, para conectarnos una vez mas con la naturaleza e iniciar el ciclo una y otra vez

Venezuela necesita que la quieras. No botes basura, no salgas de la trilla. Respeta los cursos de agua, la flora y la fauna. Apaga el reproductor y vive la experiencia!

La naturaleza sabra recompensarte.


6 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente reseña!!!!! Comp siempre!!!!

Miguel A.Cipriano dijo...

Se ve un hermoso y divertido viaje, si lo hicieron el fin de semana del 5 de Julio ahora si los dejo de tratar!

Unknown dijo...

24 de junio jejeje

Roberto Febres dijo...

Que fotos tan bonitas, me llamo mucho la atención una dentro de la cueva que parece un pie humano...
Otra cosa que me impresiona es la forma como relata Jonathan, no parecen cosas de el jajajajajaja

Unknown dijo...

No me aburro de leer esta reseña... De pana la. Veo y me inspiro para ir a hacer esta ruta

Unknown dijo...

Que bonita experiencia