Hay destinos que nunca vas a visitar demasiado... Precisamente la Cueva del Zumbador es uno de ellos. No solo por lo divertido de realizar la ruta, famosa por destruir crucetas, puntas de eje, entorchar cardanes y fundir winches, sino porque tanto el recorrido como el destino estan cargados de una belleza especial, que conjuga en un radio de pocos kilometros, la escencia de nuestra Venezuela.
La sensacion inicial que proporciona viajar por una carretera costera no guarda relacion con la espesa selva que aguarda nuestra visita. Esa incoherencia logica se sintio aun mas cuando nos detuvimos en Boca de Aroa en busca de unas deliciosas empanadas de cazon como desayuno. Nuestras botas montañeras contrastaban con los trajes de baño y sombreros playeros de los demas turistas.
Mientras mas se adentra la ruta en la selva y proporcionalmente se va alejando de la costa, se va descubriendo un encanto especial. La carretera rodeada por lomas de un pasto eterno, perfecto. Predomina la clorofila en el paisaje, en sus diversos tonos de verde. Pero el pasto tiene el rol protagonico. Tanto es así que es común encontrar al ganado echado, casi oculto entre el pasto que llega a tener dimensiones enormes en escala graminea. Mientras en Apure, Guárico, Portuguesa, se acostumbra a ver el ganado hurgando el terreno en búsqueda de alimento, en estas fértiles tierras falconianas sobra la comida para las bestias